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En Tagsonomies and digital libraries exponen la necesidad de que las bibliotecas digitales evolucionen para la mejora del acceso y uso de las colecciones, proponiendo para ello la colaboración de los lectores, y no podía faltar la idea de un sistema basado en folksonomías:

But a more significant expansion of the notion of a subject catalog rests in the collective knowledge of web users. If, as Clay Shirky persuasively argues, formal taxonomies are (often) inferior to collaborative tagsonomies, why shouldn’t digital libraries involve the library users as cataloguers? Yes, individual inexperienced users don’t measure up to a professional — but who thinks Zagat’s restaurant ratings are inferior to professional reviewers’?
The collective knowledge of average restaurant-goers prevents really wrongheaded assessments and ultimately causes the overall evaluation to center around legitimate issues. (And as a counterweight to that “lack of expertise,” the body of all readers knows of more obscure but wonderful places to eat than any individual professional reviewer.)
If every reader of The Renaissance, volume five of Will Durant’s Story of Civilization, supplied terms that apply to chapter 17, however many variants there may be on “Julius II” and “Michelangelo” and “Raphael” and “Rome” and on other aspects of popes and art, we know that “David” and “Sistine Chapel” will not be left out. And isn’t it likely that the “Sleeping Cupid” will be mentioned too? So what is that chapter about? The Sistine Chapel frescoes or Pope Julius? A single category is inherently wrong, and yet we rely on single categories for entire books in the current scheme of things.

En definitiva se trata de aprovechar las posibilidades que nos brindan estos sistemas: Si observamos como la gente etiqueta las cosas, aprenderemos cuáles desean encontrar y cómo realizarán sus búsquedas.

Las críticas a la usabilidad de los catálogos de las bibliotecas vienen de lejos, los OPACs (Online Public Access Catalog) carecen de una interfaz usable y paradójicamente es más fácil buscar en toda la Internet con Google que en los fondos de una pequeña biblioteca por medio de su OPAC. El usuario desconoce la CDU ni sabe (ni tiene por qué) que una ficha ISBD, así que difícilmente se encontrará cómodo buscando en un medio basado en estos términos.

Los profesionales bibliotecarios, documentalistas, arquitectos de información son expertos en lenguajes controlados, clasificaciones, thesaurus, taxonomías… pero de nada sirve el trabajo de éstos con la información, si no logramos que esto repercuta en una mayor encontrabilidad.

Y el usuario busca (salvo algunas excepciones) en lenguaje natural, por tanto debemos trabajar en sistemas que favorezcan la Findability, aprovechando los beneficios de los lenguajes controlados (precisión, relevancia) pero combinándolos con otras técnicas para acercarnos al usuario (etiquetado y lenguaje natural)

Ya lo decía nuestro amigo Iñigo Arbildi, en Los OPAC: 100% mala usabilidad, 100% mala gestión de contenidos:

¿Por qué no desarrollar un OPAC que sirva para atender las necesidades de información del usuario, tal y como son éstas en la vida real?

En los comentarios, Alexander Johannesen afirma que en la Biblioteca Nacional de Australia ya están trabajando en algunas aplicaciones con tagsonomías y folksonomías.

¿Teneis conocimiento de otras bibliotecas que trabajen por este camino?.


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