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Lecturas de clase

por José A. Gálvez Castillo

Con el comienzo del nuevo curso es frecuente que surjan en los departamentos de literatura de los institutos las dudas acerca de las lecturas, que a lo largo del año académico, habrán de hacer los alumnos.
– “Motivador” es entonces el vocablo más empleado, buscar libros que a los eventuales lectores instalados en esa franja de años que va de los 12 a los 16 no se les indigesten antes de llegar a la segunda página.
- Que no sea muy largo es esencial, a la vez que no tenga un vocabulario rebuscado.
- El estilo cuanto más sencillo mejor y que haya mucha intriga, no sea que el interes del chaval decaiga.
- Que trate preferentemente temas actuales y un poco de moralina, además de un final feliz carente de aristas problemáticas susceptibles de inducir a confusión.

Así con estos elementos sabiamente combinados, se ha creado una literatura plana y aséptica, ñoña y trufada de tópicos hasta decir basta, cuyos títulos inundan los catálogos de las editoriales especializadas y que goza del favor de parte del profesorado, que la considera un medio adecuado para inculcar en las tiernas mentes de sus alumnos el gusto por la lectura, algo cada vez más complicado donde lo visual prevalece (tv,consolas…).

Tal vez tengan razón para recurrir a estos sucedaneos de la literatura, con la esperanza de no toparse con un rechazo de sus discipulos. A fin de cuentas no se trata de obrar milagros, pero entonces tenemos que ser honestos y admitir, que en mejor de los casos, lo que se logra con tales estrategias es que tanto profesores como alumnos acaben identificándose con una idea del libro y de la literatura de mero utilitarismo pedagógico , de signo social y entretenimiento, limitada por todas las carencias achacables a cualquier otro medio de ahuyentar el tedio.
De consolidarse esta situación, tanto daría lo que se leyera siempre y cuando resultara ameno.
Y se estaría renunciando de ese modo, quizas definitivamente, a la concepción de la lectura como experiencia radical capaz de transformarnos en lo más hondo. Y la literatura dejaría de ser el ámbito en el que el se encuentra consigo mismo através de las voces de los otros, un espacio de misterio en el que nuestra esencia última
se nos revela incluso en sus aspectos más sórdidos, pero siempre como algo sacrado e irrepetible.
Y, por descontado, nadie se atrevería a hablar de todo esto a las jovenes generaciones , y mucho menos a explicarles que no es necesario que lean si piensan que lo están haciendo por obligación, porque en realidad los libros ( la literatura seria y perdurable) están ahí para que nos acerquemos hasta ellos, nadie debería imponernoslos y es únicamente a nosotros mísmos a quien hacemos un favor abriéndolos, descubriendo de una vez y para siempre,a traves de ese “hachazo” en la cabeza al que se refería -Kafka-, el caudal de vida que contienen , el esplendor ambiguo de su verdad, las posibilidades inagotables de felicidad y hermosura y también de zozobra y desazón que se alberga en ellos, el gozo ensimismado en el que nos sumergen ciertas páginas, funda libremente nuestra conciencia de individuos y nos redime de esta existencia efímera y tantas veces miserable.

*José Antonio es responsable de la Biblioteca de Javalí Nuevo, pertenenciente a la red de bibliotecas de Murcia y ha colaborado con nosotras en un post anterior “Libros y hambre

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