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La frase de la semana

[...] Y si sentí esa prevención ante el gesto de los guantes es porque siempre he desconfiado de la gente que forra los libros. Privarse del placer de tocar el papel que lo contiene, ya sea mate o brillo, ver la portada cada vez que lo cierras, releer la contraportada, ver la foto del autor, y sobre todo negarte la posibilidad de acariciar el libro sin intermediarios es algo que jamás he entendido. En dos palabras, es como usar preservativo cuando puedes hacerlo a pelo.

Bo Peep, en un post hablando de Auto de Fe

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